DÍA MUNDIAL DEL TEATRO

EL JARDÍN                                                                                                         Charlie Tique


DÍA MUNDIAL DEL TEATRO

El teatro es una barbaridad. Se sufre, se llora, se dan clases, se regatean las boletas tres en diez y reciba una cerveza, todo, con tal de sacar adelante la función. Pero, se trata, en realidad,  de permitir que los personajes vivan, que digan lo que tengan que decir y hagan lo que tienen que hacer en esta dimensión. Actores, actrices con miles de técnicas en la piel que antes de llegar al teatro se debatieron en contravía de la ciudad, entre la gente.

El teatro es cuna de ateos, residencia de estos y de creyentes donde confluyen con múltiples y constantes corrientes espirituales. Tiene sus propios libros sagrados como la biblia de Stanislavsky y otros que quienes lo practican pueden repetir de memoria como pastores de iglesia con versículos y circunstancias dadas. Cientos de pequeños lugares de culto al teatro titilan en las noches como luciérnagas en el campo buscando atraer espectadores, a veces se llena, a veces no, pero no importa, -“la sacamos adelante. ¡Mañana con toda!”;   

Algunos, con rigor sacerdotal, llegan dos horas antes de la función y se desconectan como quien entra a un templo Shaolin. De todas maneras, hay técnicas de calentamiento tan diversas, pero no las voy a ventilar. Son secretos de la hermandad.

Como si de Jesús se tratara, misioneros teatreros lo mencionan, a Stanislavski, y a Chéjov, a Horacio, revelan las investigaciones de Strasberg  y por ahí derecho, se les educa en las parábolas de Grotowski. Nuevos discípulos para Strindberg se enamoran de Gretchen; unos se creen dioses y la ciudad desconoce que hay más de una Antígona irredenta como orate, por ahí, repitiendo los textos para defender su personaje y la congregación crece. Eso sin decir que todo eso sucede en salones llamados cámara negra donde se aisla al pupilo para que entre en catarsis.
El teatro intenta todos los días y se renueva.  Es la pachamama de las ideas y de las estrategias:  invitar a un amigo famoso, regalar cincuenta pases… entradas de cortesía, redes, convenios, la familia...; una vez, a la salida de función, el taxista que me llevó me felicitó y me presentó a su familia. En otras circunstancias no los hubiera vivido jamás. Somos, ¡casi una religión! Hacer teatro es una casi una religión, algunos dirán que lo es, pero mientras que no tengamos un amigo en el congreso que nos eleve a la categoría de religión, no lo somos…
¿Y si elevamos el teatro a la categoría de religión?
¿Iglesias?
Hay muchas luciérnagas titilando en la ciudad. 

Convocatoria de artistas plásticos para elegir la cruz que representará a los miembros a nivel mundial y se pone en todas las entradas. Arriba, en el techo. Tendríamos  que escribir una obra mitológica con tal energía e inquisición que convenza a cada espectador de regresar llevando consigo  amigos por la salvación de su alma o de no sé qué.  
Ganaríamos un nuevo festivo para el país como primer milagro y todos felices.
Tal vez, somos todos politeístas en las artes donde todos son dioses

De lo que sí puede estar seguro el nuevo feligrés de Dionisos es que cuando  Zeus lo lleve allí, haga caso, déjese llevar porque cada texto es una parábola de vida para ser contemplada, admirada, que enaltece un equipo de hombres y mujeres con poderes mágicos y mitológicos porque nada, absolutamente nada, queda sin solucionar, incluso, mientras sube el telón.

Así que,
¡mucha mierda!
Charlie Tique
27 de marzo de 2019


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