ALTOS PASTOS VERDES
EL JARDÍN Charlie Tique ALTOS PASTOS VERDES Extrañé dos condiciones,-mientras observé el estrepitoso aguacero del día anterior-, la brizna y la neblina de las madrugadas. De niño solía quejarme porque me dolían las orejas pero aún así soportaba su congelamiento porque amaba robarle horas a la madrugada para caminar durante cuarenta minutos hasta llegar al colegio. Todo con tal de hacer algo de deporte. Las nuevas generaciones no conocen ese frío. Esta ciudad era fría. Los altos pastos de aquellas reservas a las que decidieron llamar potreros hacían que esta ciudad fuera fría y sus tardes frescas. Los días que decidía tomar la ruta seiscientos siete, que religiosamente pasaba a las seis quince de la mañana, una diminuta mujer de pelo corto, jeans y tenis impecables, dejaba el bus dando rebotes de felicidad haciéndose aún más pequeñita mientras avanzaba por